7 de abril de 2013

Reportaje a Julian Assange



Julian Assange, el fundador de WikiLeaks, y no Mark Zuckerberg, el creador de Facebook, merece una película con guión de Aaron Sorkin. La vida del guerrillero de la transparencia tiene la intensidad dramática, la complejidad psicológica, el impacto planetario necesarios para hacer una cinta de acción y suspenso: un intenso thriller político. Assange ha puesto en jaque a la diplomacia del país más poderoso del mundo, convirtiéndose en uno de los hombres más buscados en el planeta. Ha dejado en cueros la gestión diplomática de Estados Unidos. WikiLeaks ha penetrado los secretos del Departamento de Estado. Hace unos meses la revista New Yorker publicó un fascinante retrato del personaje del año escrito por Raffi Khatchadourian. Assange nació en 1971 en la costa norte de Australia. Su infancia fue un constante movimiento. Al cumplir 14 años, Julian se había mudado 37 veces. Su madre, una militante del inconformismo, había quemado sus libros de la escuela a los 17 años escapando de su casa en una motocicleta. De ahí que Julian Assange nunca quedara inscrito en una escuela. Su madre no creía en la educación formal. Estaba convencida de que el salón de clase podría matar la curiosidad por aprender y, algo mucho peor: podría inculcarle un malsano respeto por la autoridad. Julian aprendió en su casa, tomando cursos por correspondencia, leyendo libros en las bibliotecas y hablando con profesores que se ganaban su respeto. La ciencia le atrajo desde muy niño. Su mente se fue amueblando de términos y palabras técnicas cuya ortografía conocía, pero que no sabía cómo pronunciar. Pronto entró en contacto con las computadoras y aprendió a desarmar sus códigos. Formó entonces un grupo de hackers que se hacía llamar la Internacional Subversiva. Desde ahí pudo colarse, por primera vez, a los archivos del Departamento de Estado. Su grupo tenía, desde luego, un estatuto. No se trataba de vencer las murallas cibernéticas para atrofiar sus sistemas de cómputo sino para divulgar sus secretos: Tres reglas: no destrozar los sistemas a los que se accede; no alterar la información descubierta (excepto los rastros que puedan ayudar a rastrear al invasor) y compartir la información con todo el mundo. Hoy conocemos un cuarto de millón de documentos del Departamento de Estado desenterrados por las células de WikiLeaks. "El sueño del historiador. La pesadilla del diplomático", sintetizaba Timothy Garton Ash. La revelación es uno de los golpes más duros que ha recibido la diplomacia norteamericana. El daño a la política exterior proviene, más del contenido de las revelaciones, de la vulnerabilidad que exhibe. Una diminuta organización internacional fue capaz de romper la capa de secreto que celosamente protegía el gobierno de Estados Unidos en tiempos de guerra. Assange ha mostrado mejor que nadie que el poder radica en el secreto. 


Fuente de información biográfica: http://weltmx.blogspot.com.ar/2010/12...